El rector mayor de los salesianos, el padre Pascual Chávez, visitó Haití los días 12 al 15 de febrero, a raíz del terremoto que afectó al país caribeño el 12 de enero último. Tras la visita, ha escrito una carta a los salesianos en la que les invita a “remangarse la ropa y empezar a reconstruir el país”.
Desde el primer día del terremoto, el padre Chávez siguió de cerca la situación, pero “consideraba necesario, importante y significativo ir personalmente a Haití para hacer sentir la cercanía, la fraternidad y la solidaridad de la Congregación. “Quería compartir de cerca el sufrimiento y la incertidumbre en que vive toda la población".
“Quedé hundido ante la magnitud de la destrucción –escribe-, el paisaje apocalíptico de muerte, sufrimiento y desesperación”. “Parecía como si la ciudad, en aquellos 28 segundos de duración de la fortísima sacudida, hubiese perdido la cabeza y el corazón. Efectivamente, es exactamente así, porque desde aquel momento hay una falta absoluta de liderazgo, y la vida, inmensamente mortificada, sigue yendo hacia adelante más por un impulso de inercia y de lucha por la supervivencia que por una organización social que la sostenga y estimule”.
Mientras escuchaba los testimonios de los supervivientes, señala, “trataba de oír la voz de Dios que, como la sangre de Abel, grita con las voces de los miles de muertos sepultados en fosas comunes o todavía bajo las ruinas. Trataba de escuchar a Dios que estaba hablando a través del rumor sordo de los millares de personas que intentan vivir en las tiendas, las que habían dado los organismos internacionales o las levantadas con harapos, puestos juntos de cualquier modo. Intentaba abrir los oídos y el corazón al grito de Dios que se hacía oír, en medio de la rabia y la sensación de impotencia, de los que ven cómo todo lo que habían construido --mucho o poco- se había desvanecido en el humo, en la nada. Se calcula entre 300 y 500.000 el número de las personas que han quedado sin techo”.
“En este caso la destrucción y las muertes han sido aún mayores a causa de la miseria en todos los sentidos”. “Por eso el reto hoy no puede ser sólo levantar los muros de los edificios, de las casas y de las iglesias destruidas, sino hacer renacer a Haití edificándolo en condiciones de vida verdaderamente humana, donde los derechos, todos los derechos, sean para todos y no un privilegio de algunos”, subraya.
“Aunque la situación de emergencia puede durar al menos otros dos meses, si es verdad lo que afirman los que gestionan esta fase, ha llegado la hora de remangarse la ropa y empezar a reconstruir el país, mejor aún, de hacerlo resurgir de sus cenizas”, exhorta el rector mayor de los salesianos.
“Para que este sueño se convierta en realidad, no se parte de la nada, sino en primer lugar de los mismo haitianos -afirma-, llamados más que nunca a ser protagonistas de esta nueva fase de su historia. No se encuentran solos. Más aún, anima el hecho de ver a tantísimas organizaciones (un total de 80) seriamente comprometidas en esta desafiante tarea, junto a muchísimas personas de buena voluntad, deseosas de sembrar esperanza y de construir un futuro para el pueblo haitiano”.
“Por eso la apertura de nuestras casas, aunque gravemente dañadas –me refiero a las de los salesianos- para acoger a los desplazados, con el esfuerzo de hacerles sentirse bien, aun en medio de su tragedia, así como la organización cívica de estos campos de refugiados y la opción de vivir en tiendas como ellos, me ha infundido una gran alegría y el orgullo por mis hermanos salesianos”, señala.
El padre Chávez afirma sentir “la necesidad de renovar nuestro compromiso en el renacimiento del país”.
Desde el primer día del terremoto, el padre Chávez siguió de cerca la situación, pero “consideraba necesario, importante y significativo ir personalmente a Haití para hacer sentir la cercanía, la fraternidad y la solidaridad de la Congregación. “Quería compartir de cerca el sufrimiento y la incertidumbre en que vive toda la población".
“Quedé hundido ante la magnitud de la destrucción –escribe-, el paisaje apocalíptico de muerte, sufrimiento y desesperación”. “Parecía como si la ciudad, en aquellos 28 segundos de duración de la fortísima sacudida, hubiese perdido la cabeza y el corazón. Efectivamente, es exactamente así, porque desde aquel momento hay una falta absoluta de liderazgo, y la vida, inmensamente mortificada, sigue yendo hacia adelante más por un impulso de inercia y de lucha por la supervivencia que por una organización social que la sostenga y estimule”.
Mientras escuchaba los testimonios de los supervivientes, señala, “trataba de oír la voz de Dios que, como la sangre de Abel, grita con las voces de los miles de muertos sepultados en fosas comunes o todavía bajo las ruinas. Trataba de escuchar a Dios que estaba hablando a través del rumor sordo de los millares de personas que intentan vivir en las tiendas, las que habían dado los organismos internacionales o las levantadas con harapos, puestos juntos de cualquier modo. Intentaba abrir los oídos y el corazón al grito de Dios que se hacía oír, en medio de la rabia y la sensación de impotencia, de los que ven cómo todo lo que habían construido --mucho o poco- se había desvanecido en el humo, en la nada. Se calcula entre 300 y 500.000 el número de las personas que han quedado sin techo”.
“En este caso la destrucción y las muertes han sido aún mayores a causa de la miseria en todos los sentidos”. “Por eso el reto hoy no puede ser sólo levantar los muros de los edificios, de las casas y de las iglesias destruidas, sino hacer renacer a Haití edificándolo en condiciones de vida verdaderamente humana, donde los derechos, todos los derechos, sean para todos y no un privilegio de algunos”, subraya.
“Aunque la situación de emergencia puede durar al menos otros dos meses, si es verdad lo que afirman los que gestionan esta fase, ha llegado la hora de remangarse la ropa y empezar a reconstruir el país, mejor aún, de hacerlo resurgir de sus cenizas”, exhorta el rector mayor de los salesianos.
“Para que este sueño se convierta en realidad, no se parte de la nada, sino en primer lugar de los mismo haitianos -afirma-, llamados más que nunca a ser protagonistas de esta nueva fase de su historia. No se encuentran solos. Más aún, anima el hecho de ver a tantísimas organizaciones (un total de 80) seriamente comprometidas en esta desafiante tarea, junto a muchísimas personas de buena voluntad, deseosas de sembrar esperanza y de construir un futuro para el pueblo haitiano”.
“Por eso la apertura de nuestras casas, aunque gravemente dañadas –me refiero a las de los salesianos- para acoger a los desplazados, con el esfuerzo de hacerles sentirse bien, aun en medio de su tragedia, así como la organización cívica de estos campos de refugiados y la opción de vivir en tiendas como ellos, me ha infundido una gran alegría y el orgullo por mis hermanos salesianos”, señala.
El padre Chávez afirma sentir “la necesidad de renovar nuestro compromiso en el renacimiento del país”.
Enviado por: Liliana Marzano, 05-03-10
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